domingo, 13 de julio de 2014

Ser niña, siempre

Ser niña de nuevo...o mejor, nunca dejar de serlo. Es algo en lo que he estado reflexionando durante los últimos días y que con distintas situaciones, la vida me lo ha estado gritando con fuerza: "escribe acerca de tu SER NIÑA".
Creo (y agradezco) que nunca he dicho que me gustaría volver a cierta época de mi vida. Y para mí, eso es una excelente señal, pues cada etapa ha sido importante y ha significado nuevos aprendizajes. Es probable que algunos momentos los pueda etiquetar como dolorosos, o hasta "sin brillo" pero cada uno tiene un valor y ha contribuido a lo que soy ahora.
Sin embargo hoy, quiero hablar de la niña que fui y que afortunadamente sigue habitando en mí, especialmente en este momento de mi vida en que he tomado importantes decisiones y he dejado aflorar mi creatividad y la capacidad de hacer cosas sin miedo a equivocarme.

Tuve una infancia muy feliz, afortunadamente. Soy la integrante más joven de una familia compuesta por mis padres y mi hermano...Esperada con ansias por cada uno de ellos.
Mi hermano, siempre supo que yo era una niña y por lo tanto, no tardó en darme mi nombre, María Paz.

Ser niña, fue maravilloso. Jugué mucho, y por suerte no necesitaba de alguien más para entretenerme porque mi curiosidad y mi imaginación no me daban tiempo de aburrirme, por lo cual si no habían otros niños o niñas para jugar, yo ni lo notaba.

Era un niña que hasta los 2 años no hablaba nada. Mi mamá, preocupada, le preguntó al pediatra qué podía hacer...le recomendó que pusiera música infantil. Y así fue como Mazapán me hizo hablar, porque yo trataba de cantar las canciones. Hasta el día de hoy, mi mamá no sabe si fue una buena idea, por dos razones. Primero, es que canto pésimo, desafinada hasta decir basta y que me valiera el debut y despedida del coro del colegio. Segundo, porque hablo hasta por los codos.
Aún recuerdo que la palabra "película" fue una de las que más me costó aprender ha decir...tenía más de 4 años y aún no lo lograba. Pasé por varios intentos, "pecuquica", "picacuca" y "pequicuca".

Recuerdo lo mucho que me gustaba andar bailando por ahí, apenas escuchaba la música. Cuando íbamos al cine, a mi mamá le resultaba imposible mantenerme sentada, porque apenas sonaba la primera canción me levantaba y me ponía a bailar y sacaba a todos los otros niños...Era inquieta.
Me disfrazaba de lo que fuera con lo primero que pillaba: un día era princesa, al otro bruja, al rato me transformaba en doctora y luego en bailarina.
Me gustaba mucho jugar con barro y con las plantitas a hacer comidita.
Me gustaba tanto jugar que mi mente no conectaba con mi vejiga y habitualmente me orinaba. Cuando ya estaba en el colegio, casi todos los días volvía a la casa con ropa de "repuesto" porque me había hecho pipí...Pero es que ir al baño no valía la pena frente a todo el mundo que había creado en mi mente. Hoy, puedo hacer una confesión: hace muy pocas semanas atrás, estaba tan concentrada en mis proyectos y mi mente tan fuertemente conectada con mi corazón, que me sucedió otra vez: me oriné...tan abundantemente que me obligó a tener que salir a comprar una prenda nueva porque no estaba en mi casa.

También me acuerdo del descubrimiento de mi cuerpo, entero, pero por supuesto, lo que más curiosidad me dio y lo que investigué por harto tiempo, fue mi vagina. No entendía porque la mía no tenía pelos como la de mi mamá...y me acuerdo de haberme parado frente al espejo para abrirla y cerrarla y ver qué había detrás de esa línea vertical que tenía justo debajo de mi vientre y entre mis piernas. Recuerdo haber intentado oler y sentir sabores, introducirme lápices de colores y ver qué pasaba. ¡Fue todo un mundo!

Y si hablo de mis ganas de aprender a leer, me salta el corazón de alegría. Mis papás optaron por enviarme a pre-kinder porque no dejaba a mi hermano en paz...me metía en sus cuadernos, quería hacer tareas y usar mochila, igual que él. Nunca lloré cuando me fueron a dejar, es más, para mí, que se abriera la puerta del colegio para conocer a otros niños y niñas y hacer actividades con lápices y témpera y plasticina y tantos otros materiales más, fue lo máximo. No sufrí con el desapego. Pasaba el tiempo y yo quería leer. Le pregunté a mi familia cuando sería eso y me dijeron "en primero básico". Por fin llegó el primer día de clases de primero básico y yo volví indignada a la casa porque seguía sin saber leer ni un poco. Ahí fue cuando me explicaron que eso sería un proceso que tardaría un buen tiempo porque me tenían que enseñar el abecedario y algunas "reglas". Al mes, ya leía de corrido.
En ese momento apreció Papelucho y otros libros más que me hicieron reír y que potenciaron aún más mi imaginación y mi curiosidad.

Pienso, que si pudiera enfrentarme a la niña que fui, me caería muy bien (modestia aparte) porque fui una niña con ganas de conocer muchas cosas, con una capacidad de crear e imaginar sin límites. En mi mente era todo a color y en HD.
Hoy me siento muy conectada con esa niña. La quiero y la abrazo. Le aplaudo y le digo que no se detenga porque en ella está la magia que vivo hoy como adulta. Me da vida, me quita el miedo.

Cuando nos enfrentemos a un niño no neguemos nunca la respuesta a sus "¿por qué?". Evitemos decirles "no lo hagas", permitamos que se equivoque, que se caiga y que pruebe sabores malos...¡están descubriendo! Por su puesto, todo esto entendiendo que no los vamos a estar exponiendo a un grave peligro.
Dejemos que los niños vuelen y sueñen, porque se transformarán en grandes artistas, científicos, pensadores, o lo que quieran, que darán resultados cargados de creatividad y magia.
Enseñémosles a no dejar nunca de ser niños.
Este mundo, va a ser mejor cuando todos abracemos al niño que fuimos.







No hay comentarios:

Publicar un comentario