lunes, 1 de junio de 2015

Paseos en micro

Está lloviendo súper fuerte y la María José está aburrida mirando con cara de na' pa' afuera y me pregunta si falta mucho. ¡Qué sé yo! Las cosas en los cementerios siempre son largas, como cuando se murió la abuelita Carmen y mi mamá se demoró un montón en volver, más encima con la lluvia debe ser más difícil hacer los hoyos porque el agua se les debe meter pa’ adentro.
Mi mamá dijo que llueve así de fuerte porque el mundo tiene pena de que el Pipe se haya ido al cielo, pero que mañana va a salir el sol porque el Pipe ya va a haber llegado allá arriba.
Le digo a la María José que juguemos y aprovechemos de correr porque la micro está vacía, solo para nosotras y que la Macul 12 nunca en la vida ha estado así para alguien, y que tenemos mucho rato hasta que lleguen las viejas lloronas de nuevo. Y me dice que no, que mejor le cuente cómo nos fue en el museo el otro día. Ella se lo perdió porque estaba enferma tenía "persianas" que son esos tiritones que dan cuando tienes fiebre por el resfrío. El Pipe también se lo perdió porque estaba más enfermo que ella, pero en el hospital.

             El paseo a la Quinta Normal fue súper entretenido. Vimos un montón de animales en huesitos, también habían momias que no eran de esas envueltas en confort, eran otras, unas que se parecían a mis muñecas de trapo pero sin amor y que tenían poco pelo y bien pegotea’o en la  cabeza. Tenían cara de miedo. También vimos unos pajarones grandes que yo creo que se quedaron quietos y mudos por siempre de puro enojados, porque éstos también tenían cara, pero de rabia. Ah! Y también habían unos bichitos en unas cajitas chiquititas de vidrio, unos eran bien bonitos, pero otros eran asquerosos. Había un montón de cosas raras pero  bien simpáticas en el museo de la Quinta Normal que debería llamarse de la Quinta Rara porque una no ve esas cosas en todos lados. Al museo también fuimos en una micro como en la que estamos esperando ahora mientras entierran al Pipe. Mi mamá debería haberme llevado con ella para entender cómo se irá a desenterrar el Pipe pa´ subir al cielo, aunque ella me dijo que ahora el Pipe es un angelito entonces yo creo que se las va a ingeniar pa´ salir y se va a ir volando con sus alitas.

            Le sigo contando a la María José que después del museo habíamos vuelto al colegio y que ahí estaba esperándonos el  
cara de bulldog con los ojitos llenos de agua, igual que la lluvia de ahora y que se le veían más azules que nunca. Nos dijo que fuéramos a la sala y que escribiéramos la comunicación, que ya me sé de memoria como empieza: “Señor apoderado comunico a usted que…”, pero nunca sé qué más sigue porque siempre es diferente, y entonces nos dicen con palabras raras que el Pipe se había muerto. Ahí todos nos contagiamos de lloriqueo, pero la tía Alicia nos dijo que ahora el Pipe iba a estar mejor porque la virgencita lo iba a cuidar, y ahí se nos pasó la pena. Yo le creo todo a la tía Alicia porque ella es nuestra profesora, y los profesores saben todo y no mienten.


            Llegaron de vuelta a la micro las viejas lloronas
que no sé por qué lloran tanto, y también mi mamá y la tía de la María José, que se sentaron en el mismo asiento y ligerito nos tomaron en brazos a nosotras para que no ocupáramos el lugar de las viejujas que son bien potonas. Ahora todas hablan bien despacito en la Macul 12, y con la María José nos miramos no más porque no sabemos qué decir. Los vidrios de la micro se pusieron borrosos y le corren las gotitas. Le digo a mi mami que es bien aburrido eso de enterrar a los muertos en día de lluvia porque no se puede correr por el parque de las tumbas, así que es mejor que para la otra me mande al colegio o me deje viendo monos en la casa. 


miércoles, 20 de mayo de 2015

La pega me pega

Quería meditar, pero no lo logré. Figuro echada en mi cama con un plato gigante de espinaca nadando en jugo de limón. La ansiedad me está matando. O el estrés. O todas las anteriores.

Me prometí acostarme temprano. Tomarme el relajante muscular que me recetaron para el dolor de las articulaciones de cadera y descansar como corresponde. Mañana me espera una jornada laboral siniestra.

La rutina me tiene agotada. Añoro los días de febrero cuando andaba paseando por Italia. Siento nostalgia de levantarme, agarrar el mapa de la ciudad de turno y marcar cada punto que quero visitar. Caminar, entrar a un museo, luego a un palacio, para después seguir caminando y parar a descansar en un parque y luego ir a buscar un restorán para comer gnocci o pizza con una copa de vino rosso. Seguir caminando. Volver al hotel, tomar un libro y leer, o agarrar mi cuaderno y escribir, o comunicarme con el guapo brasileño que conocí en Milán y planear nuestro reencuentro en algún otro lugar de ese exquisito país...

Sigo acostada en mi cama mirándome la punta de los pies, abrigados con calcetines de lana. Eso me hace sentir bien, hasta que me acuerdo de mi jefe; ese individuo canoso y de chocleros separados,  al que le tirita la cabeza como perro de taxi, cada vez que trata de contener lo que sería una pataleta frente a una trabajadora como yo, que no lo respeta mucho. Hace unos días tuvimos una discusión y le dije que era un insoportable. Me siguió hasta mi iluminada y cálida oficina, cerró la puerta y se sentó frente a mí para responder ante mi insolencia: “No había querido hacerte saber esto, pero yo soy el jefe ahora y si te digo que me mandes algo por escrito, lo haces y punto”. Obvio que no supe quedarme callada y le pregunté: “¿Jefe de qué?”, en el tono más burlesco que me ha sonado en años. No supo responder y se puso de pie muy nervioso, estiró hacia abajo su chaleco azul marino y salió rojo como un tomate, no sé si de vergüenza o de rabia.

No entiendo para qué me pide que le mande las cosas por escrito si ni siquiera las lee, o quizás las lee, pero no las entiende. Me hace trabajar 3 veces por temas que él debería manejar hábilmente: una es cuando le explico, luego cuando le escribo y finalmente, cuando le vuelvo a explicar.

La espinaca no fue suficiente. Acabo de abrir un chocolate, 70% cacao para no seguir rompiendo la dieta tan descaradamente. De las 3 velitas que prendí en mi altar para meditar, una ya se apagó. Decidí tomarme ahora la pastilla, porque o si no, mañana no despierto con nada.

Cuarenta y cinco horas semanales de trabajo por 49 semanas, versus 3 semanas de vacaciones al año, es una contienda desigual. Debería ser más equitativo, pero no necesariamente en plata… La plata que gano en la universidad me alcanza para vivir bien. Tengo para cubrir mis gastos de salud, comida y casa. Con un poco de deuda, si, pero ¿qué tiene? en Chile todos nos endeudamos, y al menos para mí, todo vale para poder salir nuevamente por un mes fuera de esta franja de tierra y sentir esa maravillosa sensación de saber que llegaron las vacaciones, desconfigurar la recepción de e-mails del trabajo en el celular, y no dejar pasar más de un día sin tomar un avión o lo que sea que me lleve lejos.

Andaba riéndome sola los días antes del viaje a Italia. Disfruté armar y desarmar la maleta horas antes de partir al aeropuerto, queriendo seleccionar solo lo esencial para el viaje. No podían quedar afuera un par de libros que llevaba más de un año tratando de terminar de leer, la cámara y mi diario. Iba a llevar también una bicicleta plegable amarillo flúor que había comprado especialmente para el viaje, pero me vi arrastrando mi maleta y la caja con la bici y me arrepentí.

El chocolate está exquisito. Calma mi ansiedad al recordarme que de las 49 semanas de trabajo ya quedan bastante menos para las tres de felicidad.

Recuerdo bien la época en la que me rebelé contra todo y escondí mi cartón de ingeniera comercial en una caja fuerte. Comencé a dedicarme unos días de la semana a atender una tiendita en barrio Italia y otros, a garzonear en un café. Nunca fui tan feliz trabajando de lunes a lunes y teniendo tiempo libre para practicar yoga, leer, escribir, irme de fiesta, dormir lo suficiente y disfrutar mi pega... Claro, la decisión no fue tampoco tan libre. La empresa donde trabajaba me impulsó: no me renovaron el contrato y me dejaron de patitas en la calle. Ya lo había intentado en otras empresas, hasta que finalmente descubrí que cerrar negocios, no era algo para lo que estuviese preparada.

Hasta que apareció la docencia. La única alternativa en la que el cartón saldría de la caja fuerte. Y aquí estoy, depositada en mi abrigada camita, pensando en los exámenes de grado que debo corregir, las clases que debo planificar y los alumnos con los que debo conversar acerca de su rendimiento.


A mi chocolate amargo con frambuesa le faltan tres cuadritos de ocho. No lo terminé porque me tenté con un alfajor de galletas de arroz bañadas en chocolate sin azúcar y relleno con una pasta que simula ser dulce de leche, es sin gluten. Lo había dejado al alcance de mi mano para no tener que levantarme. Lo importante, es no seguir rompiendo la dieta tan descaradamente.


lunes, 27 de abril de 2015

Nacida a los 30

Nunca imaginé que a los 30 sería como soy ahora. Y me prefiero como soy ahora.

Soy el triunfo de la niña inquieta y chascona sobre la matea que responde todo bien en el colegio. Me transformé en una tremenda mujer de metro y medio y de ojos grandes para ver mejor el mundo que descubro por mi propia cuenta. Cambié el uniforme y los zapatos, por mi ropa de colores y mis zapatillas gastadas, aunque cuando me esmero me pongo un vestido y me pinto los labios virginalmente de rojo pasión.

He jugado con la dualidad por muchos años: la niña estudiosa versus la revoltosa. La mujer perfecta versus la libre, la real. La ingeniera: el deber versus el querer.

No sé si se tratará de un efecto generacional o qué, pero aquí estoy y extrañamente más que nunca comienzo a sentirme como una recién nacida. Quiero hacerlo todo. Como cuando entré a pre kínder: jugar, disfrazarme, y aprender. Hoy usaría esa misma mochilita azul con rojo y amarillo, para echar lo justo y necesario para un viaje por cada rincón del planeta. Esa mochila era el mundo para mí. En ella guardaba mis cuadernos y lápices de colores. No necesitaba nada más. El resto venía dado por los compañeros de aventuras. Cada día algo nuevo, que terminaba casi siempre con un nuevo atuendo porque me entretenía tanto en mi mundo que siempre me hacía pipí porque no podía perder el tiempo yendo al baño.

Un par de años después, luego de mi primer día de clases de Primero Básico volví indignada, “Princesita de luna, ¿por qué estás tan enojada?” me preguntó mi mamá. “Es que no aprendí a leer… ¡Tú me dijiste que en Primero Básico aprendería a leer ¡y sigo siendo la misma que soy ahora!”…Pasaron los años y aprendí a jugar el juego del colegio. Me convertí en la mejor compañera, la más destacada, y en la más participativa y solidaria. Solita hacía todas mis tareas y era extremadamente responsable. Pero apenas todos mis cuadernos estaban al día, ponía mi cassette de Gloria Trevi, me paraba el pelo, me vestía con mis ropas rotas y bailaba y cantaba al ritmo “Pelo suelto”.

Los cuentos de princesas hoy los entiendo como “un pasado”. Como algo que ya viví. Como una realidad difusa de un pololeo de kínder y posteriormente un romance de cuatro años que tuve a los 15. Por este mismo romance renuncié a irme de intercambio a Florencia y me esperancé con un matrimonio, hijos, perro y una vida tradicional… Hoy ya sé que no habríamos prosperado.
El matrimonio ya lo archivé. Dejó de ser una opción hace mucho tiempo. Cuando descubrí que quiero ser una mujer, antes que un maniquí con aspiraciones de princesa, que adelgaza de los puros nervios y que se gasta todo su sueldo en un vestido con el cual podría comer durante meses ¿Esposarse? No, gracias. Me quedo con los asuntos serios. Con los compromisos de palabra y con el “seguiremos siendo felices para siempre”, porque si la justicia es ciega y Dios está en todas partes ¿para qué necesitamos firmar papeles?

Durante 7 años vi a mi mamá llorar cada fin de semana porque mi papá andaba por ahí, dándoselas de súper héroe con otra familia y nos dejaba solos. “Vámonos de acá, yo lo amo y no va a dejar de ser mi papá, pero por favor sepárate”. Le decía yo. Para mí este cuento ya está bastante añejo. El rey no hacía feliz a la reina, porque existía una bruja maquiavélica que lo maniobraba. La culpa era de la bruja y de las leyes civiles y de la iglesia. Todavía logro escuchar a mi mamá. Escucho su voz cansada, casi apagándose, tratando de explicarme que en ese momento no era un buen momento para separarse. “Apenas él se recupere de toda esta mala racha me separo”. No lo hizo. Incluso a costa de penurias, lo soportó. Hubo momentos en que inclusive no teníamos nada para echarle al pan, pero pese a eso, a todo su dolor, decidió acompañarlo en las buenas y en las malas. Por suerte (o por amor de verdad) hasta que él se dio cuenta de que finalmente la compañera que estaba a punto de perder valía más que la bruja.

Hacer un matrimonio es un trámite, y deshacerlo, aún peor. Por eso creo que tal parafernalia y la separación siempre tienen que ver más con satisfacer a los que están mirando, que a uno mismo. El valor del compromiso no está en los documentos, sino en lo que se construye.

Creo en el amor y a pesar de que ya sé que los cuentos son solo eso, o sea cuentos, seguiré siendo la misma romántica que soy ahora. Pero sin casorio, a menos que sea a mi manera. Se me viene a la mente la voz de mi abuela a sus 84 años diciéndome “ya he vivido tanto que estoy cansada”…La verdad es que a esa edad y considerando su estado físico y mental, yo esperaría vivir al menos unos 20 años más.


Hoy tengo la claridad de ser lo que quiero ser y no lo que debo ser. No tengo nada planeado más allá de un año. No tengo culpas ni fracasos. Si algo cambia y lo encuentro mejor,  entonces para allá iré y eso es todo.


martes, 17 de marzo de 2015

Confieso...Manifiesto de un amor.

No sé ni por dónde empezar…son tantas las cosas que me provocas que no sé a qué referirme primero…
Supongo, que debo partir desde el principio.

Intentaba leer un libro, para iniciar lo que había decidido que fueran unas vacaciones a solas conmigo…Pero me hablaste. Y me miraste con esos ojos grandes y profundos. Y me sonreíste. Y parece que ahí, fue la primera vez que me enamoré de ti.

Te observé detenidamente y supe inmediatamente que quería que me abrazaras con tus brazos grandes y que me tocaras y acariciaras con tus manos que prometieron ser suaves, amables y fuertes…Después, no pude dejar de mirar tu boca. Y así supe, que quería que me besaras.

Más tarde, cuando logré concentrarme más en nuestra conversación multilenguas, descubrí que me encantaba escuchar lo que querías contar y al mismo tiempo, me sentía muy libre de poder hablarte de lo que fuera. Podía ser yo misma…y todo estaba bien.

Pero fue así…fugaz. Con suerte aprendimos nuestros nombres cuando ya nos tocaba despedirnos. Y ahí supe otra cosa: no sería la última vez que nos veríamos.

Confieso: quise olvidarte.
Quise hacer como si nunca te hubieras cruzado en mi camino, porque con tu alma linda, tu frente amplia, tu cabello largo, tu sonrisa rica, tus ojos grandes, tus manos suaves, tus brazos cálidos y todo TÚ; me estabas sacando de mi propósito, que era volver a conquistarme a mí misma.

Después de unos días, casi caigo en la tentación de correr a tus brazos, pero aún necesitaba más tiempo conmigo, porque estaba segura de que no me iban a faltar ganas de quedarme contigo por algo más que un día…digamos que sería algo así como un “para siempre”. Y la verdad es que no necesito un hombre para siempre, necesito un buen compañero.

Pasaban los días…y ahí estabas tú. En una ventana virtual. Breve, pero siempre atento. “¿Cómo estás?”, “¿Dónde estás?”... Y de pronto, comenzamos a crear un plan, un reencuentro…o quizás era un nuevo descubrimiento.

A esa altura, yo ya estaba muy enamorada de mí. Disfrutando de cada uno de los lugares que había visitado, en mi propia compañía, libre y feliz. Sentía que ya podía enfrentar mis antiguos miedos, y mostrarte lo mejor de mí, porque creo que lo mereces.

Llegó el día del reencuentro y me volví a enamorar, por segunda vez!

Y así fue, como en 3 días, fuiste el mejor compañero que he tenido en mi vida, hasta ahora.
Un buen compañero para mí, es alguien que sabe compartir y disfrutar cada momento. Que gusta de una buena conversación, que hace el amor maravillosamente, que resuelve ciertas circunstancias sin actitudes dramáticas, generoso, sincero y capaz de mirar a los ojos, amable, cariñoso y alegre. Un hombre real. Me imagino que debes tener defectos, como todo el mundo, y me hubiera encantado poder tener más tiempo para conocerlos.
Yo espero, haber sido una buena compañera para ti también. A pesar de que estando contigo, me vinieron a molestar unos fantasmas del pasado, los miedos y las inseguridades que creía haber superado en los días en que viajé sola. En un momento, sentí tanto miedo que estuve a punto de salir corriendo, de levantarme de la cama en medio de la noche y tomar el primer tren que me llevara lejos de ahí.  
Pero el Universo me habló y me dijo: “anda a dormir, y disfruta el estar ahí”

Y así lo hice…disfruté contigo hasta el último momento: cada abrazo, beso, caricia, risa…
Luego de dejarnos ir, al menos físicamente, solo he tenido palabras de agradecimiento hacia el Universo (o Dios, como quieras).

Confieso, otra vez: debo decir que te quiero. Y acá estoy enfrentando mis miedos una vez más, haciendo una declaración de amor pública, que puede traer cualquier tipo de consecuencias…pero así soy yo, intensa, romántica y tal vez, un poco arriesgada.

Es probable que no entiendas lo importante que eres en este momento de mi historia…

Gracias, porque con lo que entregaste en esos días confirmaste mi concepto acerca del amor: compartir respetando la esencia personal de cada uno, y que la máxima expresión de ello surge de la voluntad de querer estar ahí, de hacerlo posible.

Gracias por haber sido hombre y compañero.


Te quiero.

PD: tus manos, cumplieron la promesa.

domingo, 15 de marzo de 2015

Viajo, luego existo.


A propósito de viajar y de la nota anterior...

Aaaaaah!!...Viajar!!
Hace dos semanas regresé de un viaje a Italia...En mis 30 años de vida es primera vez que salía del país. Nunca fui ni a Argentina, ni Perú, ni Bolivia; países hermanos y con quienes compartimos fronteras. Tampoco fui nunca a Brasil, destino favorito de miles de chilenos y que es típico de giras de estudio colegial...Sin embargo, había tenido el gusto y la felicidad de haber viajado a algunos (y aunque pocos) lugares dentro de Chile y siempre me había sentido feliz...sobre todo en mi querido San Pedro de Atacama que tanto amo y que tanto amor me ha dado a mi.

Partir a un país así, a la vida, sin saber parlar italiano, ni tampoco una pizca de inglés (el "idioma universal"), fue una gran experiencia. Tenía muchas expectativas respecto al viaje y al mismo tiempo, ninguna.
Mis amigos y mi familia especulaban y comentaban: "ésta no va a querer volver", "se va a quedar por allá", "va a encontrar al amor de su vida"...En cambio yo, en lo único en que pensaba era en que podría estar un mes a solas conmigo, recorriendo cada rinconcito que se me antojara.

La verdad es que no se alejaron tanto de lo que es hoy mi realidad...Han pasado dos semanas desde que volví a mi natal Chile y aún me siento recorriendo Italia, en especial Florencia (Firenze) que fue mi ciudad favorita, tengo cada momento vibrando en mi corazón y en mis recuerdos...Claramente, no quería volver y también podría afirmar que encontré el amor.
También es cierto que pasé mucho tiempo a solas y eso fue maravilloso. Caminé todo lo que quise, y es que en las ciudades italianas todo es perfectamente caminable.

Tantas aventuras juntas, situaciones que eran casi un acto de magia y algunas hermosas personas que se han vuelto significativas para mi...

Sentí que ese país me trataba como a una hija, a quien protegía y guiaba sus pasos, que le regalaba a las personas más dulces para acompañar los momentos precisos y preciosos. Fui su hija caprichosa. Hice lo que quise y todo estuvo siempre muy bien!

Este viaje, me abrió el alma y todos los canales de mi ser...Me conectó con la niña, la mujer, la aventurera, la valiente, la apasionada, la intelectual, la liberal, la gozadora...que soy. Me enamoré de mi. Encontré el amor en mi. Y es hermoso!!!

Conocí a un compañero. Un hombre. Real. De carne y hueso. A través de él, también conocí el amor...Debo confesar, que me enamoré. Sentí tanto al compartir con él que es digno de una nota aparte.

Conocí a un abuelo. Hermoso. Creo que más que nadie logró ver mi esencia. Eso debe ser por sus años, conocer la vida.

Conocí a una mujer, madre de familia de dos hermosos niños (un niño y una niña), y fiel compañera de un hombre lindo como ella. Conocí una familia exquisita y acogedora. La niña, que es la menor, hace una manicure con tanto amor que logra ser la mejor de todas...ningún salón de belleza se le puede comparar porque lo que ella entrega es desde el corazón.

Conocí a una joven, que tuvo la suerte de comenzar a viajar mucho antes que yo. Muy apegada a su fe católica, pero que creo que comenzará a ver muy pronto que Dios es mucho más que una iglesia.

Conocí a una mujer generosa, capaz de hacer todo para dar lo mejor de sí. 

Este viaje, las experiencias, las personas, los momentos, cada rincón me hicieron entender que estoy viva!!...Que la vida es una sola y que hay que aprovechar cada segundo!! Me mostró que la existencia es para gozarla intensamente. Este viaje, fue volver a existir.Y es así, que ahora me quiero comer el mundo con los ojos!! 

Viajo, luego existo.


miércoles, 11 de marzo de 2015

Historia de un árbol de mujeres fuertes

Hubo una vez, una mujer valiente y de espíritu aventurero. Una mujer que rompió todas las reglas de sus tiempos y de su familia, que quiso conocer el mundo y aprender todo aquello que jamás hubiera aprendido si se hubiera quedado en lo que era costumbre.
Yo la admiro…me inspira.
En su viaje, conoció el amor…
Me encantaría poder saber más acerca de esa historia, cada detalle: la primera mirada, cómo y dónde se conocieron, su primer beso y su primera vez haciendo el amor. Aunque a veces, no sé si fue tan romántico como lo imagino, pero quiero creer que sí.
Ella nunca ha hablado de esto.
Ese amor, que no sé cuánto tiempo habrá durado, dio un hermoso fruto… Un niño, que ha sido amado mucho más allá de la ausencia de ese hombre que aun sintiendo amor, fue superado por el miedo.
El amor que recibió ese niño, se proyectó a la siguiente generación y seguirá así por muchas más.
En virtud de los hechos, de una ruptura amorosa probablemente llena de dolor, esta valiente guerrera tomó decisiones (bien o mal) con el único objetivo de que su hijo contara con una familia, más allá de ella. Creo, que debe haberse equivocado mucho en el camino, que con su actuar dañó a más de alguien, incluso a su propio hijo que ahora era el verdadero amor de su vida, y el único…¿Pero quién puede juzgarla? En algún momento de mi juventud critiqué cada uno de los pocos detalles que conozco de su historia, hasta que se me ocurrió tratar de meterme en sus zapatos y me di cuenta que con todo lo que puedo llegar a imaginar en mi mente, jamás podría saber realmente qué es lo que hubiera hecho yo…
Hoy por hoy, la observo cansada, con una pena que se le sale por los poros pero que es abrazada por la gratitud de ver que su vida y sus decisiones han llegado a buen puerto: el amor ha tomado forma de amigas, de una comunidad que tiene que ver con su fe y de nietos que van cumpliendo sus sueños.
A su nieta mayor, le ha dicho que salga a conocer el mundo, tal como lo hizo ella, y que vea lo hermoso que es para poder contar en muchos años más que tuvo una juventud hermosa, con recuerdos alegres y cargados de aprendizajes que la conducirán a una vejez feliz, sin arrepentimientos. La nieta, le hizo caso y ya comenzó su viaje, sin boleto de regreso.

Yo creo que su nieta vivirá tantos años como los que ella lleva, y más…porque también, es atrevida, valiente y aventurera. Guerrera épica. Se enfrenta a sus propios demonios y cada vez les gana más batallas, ahora mismo está a punto de coronarse como la dueña de su vida. La batalla que está dando ahora la ha transformado en una mujer más libre, entera y consciente.  Está creando el acto psicomágico que la llevará a abrazar el amor que se agita desde lo más profundo de su corazón para salir por cada milímetro de su cuerpo y el brillo de sus ojos, para ser compartido con quienes tengan el mismo coraje que ella, sin miedo alguno.

El amor, es su espejo favorito.