Llevaba mucho rato sentada en la
banca de la plaza que estaba a una cuadra del edificio en el que había
trabajado tantos años. No sé por qué se me ocurrió ir ahí después de que me
entregaran el sobre azul. Pero ahí estaba. Con las piernas cruzadas y
estiradas, mis manos buscando calor en medio de ellas, mientras tenía la mirada
fija en la punta de mis zapatos. No sabía qué hacer ni adónde ir. Pero no me
arrepentía de lo que había hecho.
Siempre
fui medio rebelde, quizás por eso a los 4 años soñaba con hacer algo así como
lo que hacía la Cindy Lauper en el video de Girls
just wanna have fun. Pero la gran revelación llegó un par de años después.
Fue casi divino. Sentí que por fin alguien me entendía y que sabía lo difícil
que era ser yo en un mundo de niñitas que querían ser princesas. Yo quería
estar chascona todo el día, no me importaba andar con la ropa sucia, ni
siquiera me importaba pasar vergüenza por haberme orinado con tal de no dejar
de jugar y hacer todo lo que quisiera. Pelo
suelto de la Gloria Trevi hizo que yo sentara las bases de mi vida “Voy a traer el pelo suelto, voy a ser
siempre como quiero, aunque hable mal de mi la gente, aunque me tachen de
indecente, voy a traer el pelo suelto”.
Hace
un par de semanas atrás me estaba preparando un café en la cocina de la empresa
para poder resistir la mitad de la semana. Estaba agregando la quinceava gotita
de stevia cuando entró la Lina. Se quedó mirándome unos segundos, con los ojos
bien abiertos, sin pestañear y casi como embalsamada, luego sacudió la cabeza
como queriendo borrar la cara de espanto que puso al verme y con un sonrisita
cínica me dijo:
-
Hola
-
Hola Lina, ¿cómo estás?
-
Muy bien, gracias. Veo que tienes nuevo look.
-
¡Ah! Si, es que a veces me creo punky, como la
Kel Calderón – respondí al mismo tiempo que tiraba una risita.
-
¿Cómo se llama ese corte que te hiciste?
-
Moicano. Bueno, es medio moicano, está sólo en
la mitad de la cabeza ¿te diste cuenta, verdad?
-
Ah, sí. Claro. Qué osado.
Le pasé el frasquito de stevia y
la quedé mirando como esperando a que me dijera algo más, hasta que ocurrió.
-
¿Y tú crees que eso es una buena imagen para la
empresa? ¿Cómo van tus ventas?
-
Viento en popa… ¿Cómo va tu carrera de ascenso
en la empresa? Me imagino que con la relación tan cercana que tienes con Jaime,
de seguro te da la subgerencia que está vacante.
No me dijo nada más. Apretó los
labios, infló un poco los cachetes, nuevamente abrió los ojos a su máxima
capacidad, se dio media vuelta y se fue.
Pensé en lo decente que fui
frente a su insidioso comentario. Estuve a poco de que se me saliera la Rosa
Espinoza que llevo dentro: “¿Tanto te importa concha’e tu mare, tanto te
importa de cómo yo me vea?!” Por suerte, mi profesionalismo salió primero,
mezclado con irreverencia, pero profesionalismo al fin y al cabo.
Pasaron los días y el anuncio se
hizo oficial. La Lina pasó de ser la secretaria de gerencia a ser subgerente
general.
Mientras
recordaba todas estas circunstancias decidí levantarme de donde estaba sentada
hace más de dos horas y caminar. Dicen que cuando nos pasa algo malo, viene
todo junto. Mi situación actual parecía confirmar la teoría. Mi nueva condición
de cesante se sumaba a la condición de cornuda y estafada. Al más puro estilo
de Con los ojos cerrados le creí todo
a Daniel, mientras el mundo entero me advertía acerca de las andanzas de mi
flamante pololo, yo no hacía más que financiar su supuesto proyecto, ser la que
pagaba la cuenta cuando él me invitaba a salir y mantenerlo en mi departamento.
Todo a cambio de un poquito de amor, sexo y complacencia: “Con los ojos cerrados iré tras de él, con los ojos cerrados siempre lo
amaré, con los ojos cerrados yo confío en él, con los ojos cerrados yo le
quiero creer, le voy a creer” Y con todo ese amor que yo tenía para dar, me quedé endeudada y sola, sin poder
seguirlo. Hace un par de noches atrás, al volver del trabajo vi que ya no
estaba ni su ropa ni ningún rastro de su puta existencia. Daniel se había ido,
sin siquiera haberme tirado el cuento de “no eres tú, soy yo”.
Una de las
medidas urgentes de la naciente era Lina fue hacer una reestructuración en las
diferentes áreas de la empresa. Curiosamente, dentro del área comercial, la
única que fue reubicada del cargo de KAM al cargo de “patitas en la calle”, fui
yo. Esa mañana, mi jefe me llamó a su oficina. Cuando entré vi a la Lina, que
me miraba con una sonrisa de oreja a oreja, más bonita que nunca y con un
anillo en el dedo anular de su mano derecha que tenía un diamantito que
acaparaba toda mi atención por el brillo que tenía. Mi jefe comenzó a hablar
acerca de todos mis logros profesionales en la empresa y del aporte que había
sido en el área comercial. De pronto, la Lina lo interrumpió y me dijo:
-
Linda, es momento de que emprendas nuevos
desafíos profesionales, en un lugar donde encajes mejor. Estás despedida. No te
preocupes, te pagaremos todo y tu finiquito estará disponible a fin de mes.
Seguí
caminando mientras llovía y me puse a llorar. Volví a sentirme incomprendida
por el mundo, que lo único que hacía en ese momento era mostrarme que no era
una profesional seria, que no sabía tener una relación saludable, que estaba
sola y en la banca rota.
Llegué a mi
casa un poco cianótica por el frío y mojada hasta los calzones porque no había
parado de llover durante todo el rato que caminé. Me saqué la ropa que estilaba
y me miré pilucha frente al espejo, al mismo tiempo que lanzaba un llanto de
esos que salen hasta con hipo. Después me senté en water para hacer pipí y el
calorcito de la orina que eliminaba parecía calentarme todo el cuerpo. Largué
el agua caliente de la ducha y me sometí de nuevo a un chorro de agua, pero
estaba era más placentero. Por fin estaba en casa después de un día de mierda y
parecía que el agua se llevaba todas mis miserias por el desagüe. Al salir de
la ducha me envolví en la bata, me puse la toalla en la cabeza y prendí la
radio porque el silencio me estaba doliendo. Y así fue como la Trevi me vino a
salvar otra vez, acogiendo todos mis problemas de autoestima y guiándome al camino
de la liberación de todos los maleficios que me habían echado encima: “Y me solté el cabello, me vestí de reina, me
puse tacones, me pinté y era bella…Y miré la noche y ya no era oscura, era de
lentejuelas” La Trevi me estaba
diciendo que todo lo que dijo la Lina de mi para justificar mi despido y que
todo lo que me hizo Daniel, tenía que dejarlo atrás, para seguir siendo la
misma rebelde que se suelta el cabello y sale a vivir la vida que quiere vivir.